Tres aptitudes clave para convertirte en un buen jugador de póker

Por Redacción Artículos 7 minutos de lectura

Tendemos a pensar en los juegos de cartas como algo en lo que el azar es, si no absolutamente determinante, sí muy importante. Sin embargo, ningún juego de cartas está completamente condicionado por el azar. Si así fuera, es probable que no nos gustasen tanto.

Las cartas no son como el bingo, donde todo depende de que la bolita que sale coincida con los números de nuestro cartón. Por el contrario, los juegos de cartas tienen un componente azaroso, pero otro basado en loa pericia de los jugadores. Las dotes para realizar rápidamente cálculos matemáticos y establecer probabilidades, la memoria o la capacidad de observación son aptitudes que condicionan mucho nuestro éxito en el juego. También el autocontrol. Dependiendo de cada juego, priman más unas aptitudes u otras.

Tomemos como ejemplo el póker, un juego de cartas que es muy popular también en el mundo de los videojuegos: la capacidad de observar las emociones de los oponentes, de calcular las probabilidades de que lleven una buena mano y de renunciar o no a una apuesta van a ser determinantes del éxito, por encima de la suerte de haber recibido unas cartas u otras. Por eso, algunos juegos como el propio póker sirven para estimar nuestras capacidades de gestión financiera. Saber cuándo apostar y cuándo renunciar guarda una relación directa con nuestra capacidad para detectar oportunidades de inversión u optar por opciones más conservadoras, como el ahorro.

¿Qué habilidades sirven para tener éxito en el póker?

Autocontrol: es la capacidad que tiene cada persona para dominar su conducta y sus emociones. Esto tiene especial importancia en las situaciones más adversas, en las que el jugador sufre gran presión en la toma de decisiones. En esas situaciones, permanecer calmado da una ventaja importante. Cuando tomamos decisiones bajo presión, nuestra percepción y la capacidad de análisis se ve mermada. Es más fácil que no juzguemos la situación de forma racional y nos equivoquemos.

Es la llamada “tolerancia a la frustración”. Si alguna vez has jugado alguna partida de póker lo sabrás: hay rachas o fases en las que comenzamos a perder. Pues bien, en estos casos la capacidad de autocontrol es más decisiva que el hecho de tener una buena o una mala mano. Los jugadores menos experimentados suelen perder el control y quieren recuperar rápidamente las pérdidas que han sufrido. El resultado suele ser desastroso: pierden el control y acaban apostando con malas cartas. 

El manejo de las matemáticas: el póker es un juego de combinaciones, ¿cómo no van a ser importantes las matemáticas? Si lo analizas simplificándolo al máximo, el póker es un juego en el que gana el que es capaz de reducir al máximo la importancia del azar. Un jugador que se guíe solo por la intuición puede ganar una mano, pero sin duda acabará perdiendo la partida. La relación del póker con las matemáticas es uno de los ejemplos más claros de cómo esta disciplina con fama de difícil es útil en muchos aspectos de la vida.

Estudiar las probabilidades de que sus cartas sean mejores que las del oponente mejorará su jugada y le dará ventaja a la hora de apostar. Si basándose en un cálculo de probabilidades concluye que su mano es peor que la de los demás, debe renunciar. Ojo: esto no significa que finalmente lo sea. Puede ocurrir que los oponentes tuvieran finalmente peores cartas. Pero la decisión de renunciar habrá sido bien tomada de modo que, a lo largo de la partida, nuestra forma de tomar decisiones aumentará nuestras probabilidades de ganar.

La baraja de cartas del póker tiene 52 cartas, con 4 palos que contienen 13 valores cada uno. A partir de aquí, aumentar las posibilidades de victoria depende de tu capacidad para calcular si tus cartas tienen mayor o menor probabilidad de ser mejores que las de los oponentes. En inglés, de donde procede todo el vocabulario vinculado a este juego, eso se llama odds. Por ejemplo: un buen jugador de póker sabe que hay una probabilidad sobre ocho de obtener un trío si ya dispone de una pareja entre sus manos; también, que tiene una probabilidad sobre tres de obtener color en el flop.

Además, aún hay otro cálculo matemático que hacer. Es el llamado “cálculo de la esperanza matemática” (o valor esperado). Es la rentabilidad de una mano, lo que la apuesta puede aportarte. La esperanza matemática se calcula restando la cantidad que has puesto en el bote a la probabilidad de ganar el bote. Si el resultado es positivo, tienes más probabilidades de ganar a largo plazo; pero si el resultado es negativo, aún puedes ganar la mano, pero cuanto más juegues, menos probabilidades tendrás de ganar a largo plazo.

Psicología y capacidad de observación: por último, a nadie se le escapa la importancia de la psicología en el póker. El autocontrol es un ejemplo de esto, pero también influye la capacidad de observar las emociones de los oponentes. La psicología es tan importante en el póker que incluso este juego se utiliza como referencia en algunos cursos universitarios. Es el caso del curso “Poker: conceptos conductuales, clínicos, cognitivos y sociales”, que imparte el doctor Daniel DeBrule, profesor de psicología clínica de la Universidad South Bend de Indiana.

Suele distinguirse entre la psicología del jugador y la de los rivales. Conviene jugar con actitud relejada y positiva, lo que ayudará a controlar las emociones. En los rivales, pequeños gestos como tocarse la cara o el cuello, hombros encogidos, la posición de las manos o una respiración irregular pueden ayudar a descifrar su juego.

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